Fasim © Paco Poyato, 2019. 

 

Retorno al colegio* / Back to the school*

 

Hace unos días participé en el festival 12 Artistes, 12 Escoles, proyecto ‘Pintaescola’ que acerca el arte urbano a las escuelas de
primaria y secundaria a través de murales y de cursos al alumnado organizado por David Ruiz y Gabriel Segarra junto al
ayuntamiento de Castellón que con esta edición ya serán 30 centros educativos los que cuenten con un mural en sus
instalaciones.

El evento de este año 2019 contó con un buen grupo de artistas urbanos;

Escif, Fasim, Musa, Harry Bones, Wendy, Ozzy, Toner, Demsky, Smithe, Vato, Mankey, Fati, Gracia, Yksuhc y Luce.

 

 

Al involucrarme en el proyecto inicié a su vez una regresión a mis tempranos días del colegio en Barcelona, he tenido
profundas meditaciones que se multiplicaron cuando entré en el CEIP Blasco Ibáñez de Castellón y me sumergí de
nuevo en la rutina de una escuela y a transitar entre; aulas, paredes llenas de dibujos, mochilas, gritos, bocadillos
olvidados, partidos de fútbol, los profesores, el comedor, las bandejas metálicas, los olores…

De repente había retornado a mis días escolares, aunque nunca sea agradable volver a la crisálida. Recuerdo la escuela
con cierto terror, seré sincero, yo era híper-tímido… Tenía un pánico Kafkiano a ser escolarizado, sometido,
dogmatizado o alineado. En ese tiempo me resistí a todo y a todos. No quería ser como mi familia o como esas
personas irreales de la televisión que me parecían todas iguales, percibía toda esa incómoda realidad que no me
gustaba y me rebelaba.

«El colegio es una institución penal en la que se nos enseña a olvidar la infancia.», sentenciaba el poeta Leopoldo María
Panero.

Ser Momo, ser consciente de ello y luchar con todas tus fuerzas contra los hombres grises. Esa es la mejor
interpretación que daría a los esfuerzos por preservarme en aquella guerra de voluntades en la que me jugué mucho y
en la que tuve la suerte o la habilidad de salirme con la mía y laureado.

Yo solo quería pintar.

 

Fasim © Paco Poyato, 2019.

 

Con 14 años me escapaba por la ventana de mi cuarto para pintar trenes en cocheras a cinco metros bajo el suelo, no
era un escolar obediente precisamente. Tuve que doblegar todo tipo de voluntades, no lo tuve fácil. Una vez llegué a
tener una reunión familiar con el director de mi colegio porque mis libros estaban todos pintados, no se veían las
lecciones y tuvieron que comprarme otros nuevos que volví a pintar, en ese momento el graffiti ya era lo más
importante para mí.

Quizá toda esa resistencia se debió a los obsesivos intentos de amasarme por parte de padres, profesores, directores,
teólogos, moralistas… Triste herencia ideológica de esa época post-industrial. Me gustaría saber cómo sería yo o
cualquiera de nosotros sin la presión de todos esos grotescos personajes colonizadores en nuestra infancia.

 

Fasim © Paco Poyato, 2019.

 

El Hip-Hop está inventado por niños; «…el graffiti lo inventaron los niños mientras iban a la escuela…», me contó un día
Enrique Torres aka Part1 TDS, también el break-dance (ahí tienes a Crazy Legs o a Prince Ken Swift). Ocurrió durante la
era Reagan, una de las más duras que se han conocido en Nueva York, sobre todo en el Bronx.

Recordé mi último curso con una lágrima, esos días forjaron mi destino; tenía 14 o 15 años, había dejado de asistir a
un gran número de clases porque en aquella época conocí a Henry Chalfant, gozaba de una reciente popularidad y
aparecía regularmente en televisión o en prensa. Siempre tenía algo mejor que hacer que ir a clase (me escapé del
control de los adultos como el conejo escapó de Alicia, por una madriguera secreta).

 

Fasim © Paco Poyato, 2019.

 

Hoy, muchos años después vuelvo al colegio como artista para acercar el arte urbano en el proyecto Pintaescola.
Cuando era niño dibujaba a placer cualquier cosa y me lo pasaba genial, empecé con esta energía, estuve un par de
días emborronando en la terraza de casa hasta que apareció la figura de un gato o de un tigre (o incluso un zorro) que
me interesó mucho como metáfora y pensé que funcionaria muy bien reproducido en el gran muro de 13,4 metros de
largo por 4,4 metros de alto.

Tiene un poco de la literatura Gulliveriana de Jonathan Swift o de alguna fábula de La Fontaine a propósito; también
una pícara mirada y una sonrisa con tintes autobiográficos.

Pienso que los niños se inician en la literatura a través de la imagen sugerente de los cuentos infantiles,
inconscientemente les recuerda que les esperan historias singulares y conocimientos fascinantes cuando aprendan a
leer y esa es la idea que he intentado transmitir en el muro.

No hay mayor escuela que la voluntad y no hay nada más divertido que aprender cosas, como enseñaban en las
antiguas escuelas griegas: aprender jugando.

 

Germán Bel / Fasim / 17 – 04 – 2019 / Valencia

 

 

Fasim © Paco Poyato, 2019.

 

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